El Espacio Audible


El espacio audible

Por Daniela Fugellie

¿Cómo percibimos la realidad a través del sonido?¿Escuchamos “cosas” o mas bien las materias sonoras nos evocan ciertas cosas, en un proceso que nos lleva a inducir las fuentes del sonido, sean estas reales o imaginarias? ¿Cuándo podemos decir que “entendemos” o “comprendemos” lo que estamos escuchando? Si bien las obras electroacústicas reunidas en El espacio audible fueron compuestas por Rodrigo Cádiz a lo largo de más de una década (2011-2023), el disco tiene un claro hilo conductor, que encarna una reflexión profunda en torno a las materias de lo audible. El disco nos invita a sumergirnos en la escucha, explorando sus posibilidades, sus límites, sus vínculos con lo real y lo imaginario. Así, estas diez obras recorren un repertorio de sonoridades diversas, abarcando tanto materiales sonoros provenientes del mundo que nos rodea como también sonidos sintéticos. Si bien la música acusmática se caracteriza por posibilitar un espacio centrado especialmente en las particularidades del sonido, con sus timbres, estructuras y texturas, Cádiz nos invita a una escucha que no es completamente abstracta. Al contrario, con sus títulos y dramaturgias sugerentes, estas obras nos interpelan desde sus particulares narrativas.

El disco abre con Imber (2011), cuyo título proviene del latín y puede traducirse como lluvia, precipitación o tormenta. Tomando el agua como fuente sonora, la obra nos hace viajar por atmósferas diversas, en las cuales reconocemos tanto sonidos de la vida cotidiana, por ejemplo cañerías de agua, goteras o lluvias sobre tejados que evocan cocinas y cuartos de baño, como también sonidos asociados al agua en sus dimensiones extracotidianas en forma de tormentas, rayos y truenos. De esta forma, las evocaciones de la grandeza del mundo natural interactúan en la obra con sonidos del día a día. En contraste, Surrogata (2012) se construye exclusivamente en base a sonidos sintéticos puros. También tomado del latín (sustitución, sustituto), su título se relaciona con el concepto de “sustitución” acuñado por el compositor Denis Smalley, quien propone que en la percepción de objetos sonoros, el sistema auditivo siempre intentará asignarles una fuente. Por ende, cuando la fuente original no es reconocible, asignamos una fuente sustituta o imaginaria y, mientras más alto el grado de sustitución, más imaginarias o abstractas se volverán las fuentes. En su juego de sonidos sintéticos y a través de una diversificada disposición espacial, la obra nos interpela con señales repentinas, texturas ásperas, interferencias, elementos que nos hacen pensar en maquinarias o pájaros imaginarios, entre otros.

Por su parte, La guerra de las corrrientes (2015) consta de cuatro movimientos basados en la contienda histórica surgida a fines de la década de 1880 entre Nikola Tesla, respaldado por la Westinghouse Electric Company, y Thomas Alva Edison junto a la Edison Electric Light Company. La “guerra” que enfrentó a dos de los más importantes inventores del siglo XIX giró en torno a la materia prima de la música electroacústica: la electricidad. El primer movimiento (Tesla) evoca la invención de la corriente alterna por parte de Tesla. En su sonoridad en un registro medio-grave, el movimiento pareciera evocar un particular flujo de energía. El segundo movimiento (Edison), con un tono de suspenso, evoca el invento de la corriente continua por Edison y la compañía hoy conocida como General Electric. Por su parte, el tercero (Westing-housing) alude a los cuestionamientos a la propuesta de Tesla por parte de Edison, que no estuvieron exentos de momentos brutales, por ejemplo electrocutando animales, mientras que el cuarto y último (Chicago) apunta a cómo la corriente alterna de Tesla se impuso finalmente ante Edison tras electrificar la Exposición Mundial de Chicago. Sonidos amenazantes y sombríos dan aquí paso a un desenlace en el que la energía pareciera palpitar como materia viva.

Las siguientes dos obras se vinculan a  configuraciones matemáticas y geométricas. La Torre de Hanói (2017) se inspira en el juego matemático del mismo nombre, inventado por el francés Édouard Lucas en 1883. El juego consta de discos de diversos tamaños y colores que deben ser colocados en varillas, construyendo formas cónicas en la ordenación de discos de más grandes a más pequeños. Las instrucciones de este juego se han asociado con una insinuación de la teoría de los algorritmos. Esta obra se caracteriza por elementos percutivos y timbres coloridos que se van acumulando en texturas densas y vigorosas, en un juego de formas en continuo movimiento. Por su parte, el título de Hapsis (2019), nuevamente del latín, tiene diversos significados que apuntan a formas redondas, tales como órbitas, curva, arco y aro. La obra explora espacios que se construyen a partir del movimiento orbital o cíclico, evocando elementos que continuamente retornan, en una espacialidad amplia en la que conviven objetos sonoros de diversa índole.

Las últimas dos obras se relacionan con acontecimientos histórico-sociales de los últimos años. Vox Populi (2023) se basa en sonidos concretos del espacio público pertenecientes al estallido social chileno, documentados por Cádiz en sus recorridos por las calles de Santiago a fines del 2019. En sus palabras: “Los sonidos de marchas, manifestaciones, golpes en ollas, gritos, bailes, vendedores ambulantes, vehículos, tambores y bocinas se convierten en los protagonistas de esta obra que busca reflejar la ira, el descontento, la confusión y la lucha del pueblo chileno, cuyo silencio se había estado acumulando desde los tiempos de la dictadura militar en la década de 1970. La obra está estructurada en una serie de paisajes sonoros que buscan recrear la atmósfera de las calles de Santiago durante el levantamiento social. Para mí, fue impresionante escuchar un Chile que nunca había escuchado con tanta fuerza en toda mi vida.” Conservando este ambiente visceral, el compositor evita procesar el sonido con efectos elaborados. Cabe señalar que esta es la única obra del disco que introduce directamente la voz humana, en frases que denuncian atropellos a los derechos humanos pero a su vez apuntan a la esperanza de un pueblo que despertó y se tomó las calles para no volver a soltarlas. Con nuevos medios, la obra nos recuerda a un clásico de la música docta chilena, el poema sinfónico La voz de las calles (1920) de Pedro Humberto Allende. Tras este momento de extroversión ciudadana, el disco termina con Clausum (2023), que nos hace pensar en la pandemia que internacionalmente nos forzó a abandonar el espacio público. También del latín, el título apunta a algo que ha sido cerrado, sellado o encerrado. En esta obra, Cádiz explora resonancias emocionales vinculadas a la experiencia del confinamiento, la separación y la introspección, invitándonos a reflexionar sobre experiencias personales de cierre y su impacto en la mente humana.


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